Hace veinte años trabajé como guionista y co-realizador en el documental «Galápagos, las reglas del juego», lo que me permitió conocer al Solitario George en su corralito de la Estación Biológica Charles Darwin, en las Islas Galápagos. Dice la prensa que ayer el viejo George, el Solitario, fue encontrado muerto por Fausto, su cuidador, todavía caliente, junto a su bebedero; hay veces que las palabras son más fuertes que una imagen.
Recuerdo perfectamente el impacto que me produjo estar ante el Solitario George, un ser vivo que los científicos definían como el último de su especie (o subespecie).
George estaba allí aparentemente tranquilo, silencioso, ocupado en comer su ración de verdura. Las tortugas, a pesar de lo pequeño de su cabeza respecto al cuerpo, siempre parecen estar pensando. Seguro que George pensó más de una vez en esos extraños animales llamados seres humanos, en los que aniquilaron a toda su familia (o subespecie) en cacerías e introduciendo cabras que arrasaron con los pastos que comían, y en los que le rescataron a él hace cuarenta años para mantenerlo vivo a toda costa y con todos los mimos posibles.
«Qué paradójico resulta todo», reflexionaría George en su soledad, «primero me dejan huérfano de padres, hermanos, familia, subespecie…, y después me sirven en bandeja unas hermosas hembras (de subespecie distinta) para que pueda copular y reproducirme».
En el documental Fausto, su cuidador, lamentaba los infructuosos intentos de reproducir al tímido George, pues éste parecía no querer saber nada de hembras (ni de machos, no os equivoquéis, George ya no quería saber nada de nadie).
Hoy, en las crónicas publicadas tras su muerte, se asegura que finalmente George se apareó con varias hembras, lo que me alegra leer enormemente, pues supongo que al final el viejo George superó la melancolía. Dicen que la última puesta de huevos de las hembras aún no ha eclosionado, lo hará entre julio y noviembre.
Los científicos creen que son pocas las posibilidades de que nazca un descendiente del Solitario. Pero ya veremos lo que sale de un huevo. Seguro que George pensaría «Quién les mandará a éstos mezclarse en asuntos de familias (o subespecies)».
Un comentario